Por: Jairo Rey Pardo El narcotráfico, los grupos al margen de la ley, la corrupción, la delincuencia organizada y el contrabando, se h...
Por: Jairo Rey Pardo
El narcotráfico, los grupos al margen de la ley, la corrupción, la delincuencia organizada y el contrabando, se han constituido en los puntos críticos que azotan la tranquilidad de los colombianos. A esto se suma la situación que se viene dando por parte de las manifestaciones y a la que me voy a referir por lo pronto.
Los manifestantes piden acabar con el ESMAD y como dice el famoso refrán, que más no quiere el sapo… que lo echen en agua fría? Pero como una obediencia a estas peticiones, la alcaldesa de Bogotá Claudia López con preceptos más ajustados a las ideologías que a la institucionalidad, monta un protocolo al revés, es decir, el Esmad actúa, cuando los maleantes, han herido a los policías, acabado con gran parte del comercio, manchado con grafitis los muros como perfectos canallas, cuando han destruido los buses, las estaciones de Transmilenio y los bienes públicos.
No solo la alcaldesa de Bogotá tuvo que reversar y acudir al ESMAD, también tuvieron que hacerlo quienes tomaron este experimento como ejemplo, en Medellín Boyacá, Barranquilla y otras capitales del país.
El gobierno nacional quien constitucionalmente está en la obligación de defender a la inmensísima mayoría de compatriotas que estamos al lado de las instituciones legítimamente constituidas, no se le nota intención alguna de proteger esos derechos de los colombianos.
Con todo y esto, la verdad es que al país lo está descuadernando una inmensa minoría y los gobernantes continúan detrás de una barrera solo emitiendo discursos destemplados y palabrejas de argumentos baratos.
La única respuesta del gobierno, es aumentar impuestos para reconstruir y reparar los daños que a su paso dejan las desenfrenadas manifestaciones y el pueblo sufra las consecuencias, con una indiferencia extraña.
Muy triste la realidad de esta Colombia que otrora era un paraíso, cuando existía respeto por las autoridades y los símbolos nacionales, cuando a los jóvenes antes de cualquier materia de filosofía acomodada y de ideologías desajustadas, nos dictaban cívica, comportamiento, ética humana para afianzar los principios y valores.
Estos protocolos no están ajustados a la realidad que vive un país como el nuestro, donde los reclamantes no están acostumbrados al díalogo, sino a la agresión y a la destrucción, es posible que dentro de muchos años cuando exista más madures para reclamar derechos al gobierno, los protocolos puedan surtir algún efecto dentro de la normalidad, la pulcritud y la tolerancia.
Entre tanto las improvisaciones nos seguirán costando a los colombianos algunos billones de pesos por causa de los desadaptados. Por esto, Si no se actúa a tiempo y se corrigen los errores, el país cada día se ira sumiendo en el peor de los infiernos.
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